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          La Eucaristía, el gran regalo de Dios

“Eucaristía” =  Eu-caris = un buen don, un gran regalo; el mejor de todos, por el cual damos gracias, alabamos y bendecimos a Dios (eu-caristein y eu-logein)… Es el gran regalo de Dios, pues en este “don” se reúnen y resumen todos los bienes, con los que Dios quiere enriquecernos y bendecirnos; “ es el don por excelencia” (EdE, 11); se nos dan los dones de la creación y los bienes de la redención, el “pan material” y el “Pan de Dios”, que es Cristo… Damos gracias al Padre por el “pan material”, fruto de la tierra y del trabajo de cada día, y por el “pan espiritual” de su Palabra y de su Hijo Jesús, Palabra encarnada.
Decimos que la Eucaristía es centro de nuestra vida, de la vida de la Iglesia y de cada comunidad creyente… Pero, podemos decir también que es el “centro” o el corazón de toda la historia de la salvación; de esa historia que es manifestación de los designios  del amor de Dios al hombre, que culmina en Cristo y se nos comunica permanentemente en la Eucaristía… En cada Eucaristía celebramos, participamos y actualizamos la historia de la salvación.
La Eucaristía es celebración gozosa en un clima de acción de gracias y de alabanza en torno a la mesa del Señor, que es “mesa del Pan” y “mesa de la Palabra”; mesa que alimenta el cuerpo y el espíritu, es decir, nuestra pertenencia al “cuerpo de Cristo” y nuestra “vida en el Espíritu” o vida divina.
En la Eucaristía cumplimos un mandato esencial del Señor: “Haced esto en memoria mía”; pues la Eucaristía es Memorial de su muerte y su resurrección, de su donación y de su entrega: “En esto hemos conocido el amor de Dios: en que El dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn 3, 16)… El mandato de Jesús no sólo se refiere pues a la repetición litúrgico-ritual, sino también a una repetición que podemos llamar litúrgico-existencial; es decir, quienes hemos recibido el mandato del Señor y participamos en la celebración litúrgica de la Eucaristía, debemos ser al mismo tiempo “eucaristía viviente”, haciendo de nuestras vidas una entrega generosa de amor a Dios y a los hermanos.

                               LA EUCARISTÍA, CENTRO DE NUESTRA VIDA

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